Melancolía (Melancholia) ★★★★★

Dirección: Lars von Trier
Guion: Lars von Trier
Intérpretes: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, Alexander Skarsgård, Stellan Skarsgard, Udo Kier, John Hurt, Brady Corbet, Cameron Spurr, Jesper Christensen, James Cagnard, Deborah Fronko, Charlotta Miller, Claire Miller, Gary Whitaker, Katrine Sahlstrøm, Christian Geisnæs

Somos muchos los que creemos que Lars Von Trier no solamente es uno de los grandes realizadores en activo, sino que es uno de los grandes incomprendidos del cine actual. Para un sector del público no es más que un bicho raro, otro de esos directores falsamente encumbrados por la crítica más elitista, cuando no un engañabobos, que hace pasar por cine lo que no son más que pajas mentales y obsesiones que a nadie le interesan. Incluso un sector de la crítica se muestra a menudo beligerante con él por considerarle un simple provocador, con cierto talento y ciertos recursos estilísticos, pero un esteta sin nada que contar. En general lo que más les molesta a muchos del cine de Lars Von Trier es el propio Von Trier, su aire de genio atormentado, sus ínfulas de querer revolucionar el cine cada vez que hace una película. Supongo que están en su derecho, pero sería oportuno e incluso adecuado, en el caso de la crítica (el público es muy libre de ver y pensar lo que le de la gana), ceñirse, para empezar, en la capacidad de este cineasta de llevar hasta el límite cualquier de sus propuestas, desde su reescritura del musical clásico con la desgarradora ‘Dancer in the Dark’ (2000), pasando por su concepción del cine gótico y de terror con ‘Antichrist’ (2009) o ‘The House that Jack Built’ (2018), sin olvidarnos de su aportación al melodrama más atormentado con la muy dogma ‘Breaking the Waves’ (1996), y llegando a esta ‘Melancholia’ (2011), que quizá podría ser definida como su muy personal mirada al cine de catástrofes, una forma de verlo quizá bastante simplista…

…Porque en realidad su decimoprimer largometraje es tan personal, tan singular, poético, extraño y extremo como todos los suyos, y aunque en efecto la filmografía del director danés casi parece, en una mirada superficial, un repaso por algunos géneros canónicos, subyace en todos ellos, hasta trascender esos géneros, una voluntad estilística y una mirada unificadora que en verdad lo que desea es subvertir toda moral, hacer volar por los aires cualquier convención narrativa y estética imaginable, y reordenarlo todo, como el demiurgo delirante que es, hasta moldearlo con su malélova imaginación, triturando las expectativas de espectador y proponiendo una de las filmografías más libres y hermosas que ha dado el cine. Y ‘Melancolía’ (‘Melancholia’) es una de las indiscutibles cimas de esa filmografía, siendo además otro de sus formidables estudios de personajes femeninos, en esta ocasión las dos hermanas, Justine y Claire, interpretadas respectivamente por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg. Dos criaturas desamparadas, poliédricas, muy diferentes la una de la otra y condenadas a entenderse debido a las circunstancias, una morena y compasiva, la otra rubia y ciclotímica, su relación es el verdadero núcleo de la película.

La historia de ‘Melancolía’ se divide en dos partes, cada una de ellas titulada por el nombre de una de las dos hermanas. La primera, Justine, narra todo lo relativo a la boda de esa hermana, un evento por todo lo alto, cuya celebración tiene lugar en un impresionante castillo y en las tierras que lo rodean, y la segunda, Claire, sucede a continuación de ese evento y está mucho más centrado en la inquietante cercanía del planeta que bautizan como Melancolía, que algunos temen que acabe impactando contra la Tierra. Ambas partes, al igual que las dos hermanas, son muy distintas entre sí, en tono, forma e incluso estilo de fotografía. La primera es en apariencia lúdica, vibrante y festiva, aunque en los aledaños de la celebración, en reuniones secretas, en conversaciones secundarias, y sobre todo en la autodestructiva actitud de Justine, acaba siendo opresiva, tóxica e irrespirable. La segunda posee un tono abiertamente fatalista, progresivamente apocalíptico, pero termina siendo, de manera irónica, un segmento mucho más luminoso, liberador y catártico. Antes de todo eso, sin embargo, tendrá lugar un muy elocuente prólogo, en el que Von Trier intercalará bellas y a la vez inquietantes imágenes en cámara superlenta, la mayoría de las cuales son alegóricas (la novia Justine flotando en el agua cual Perséfone o cual Ofelia ahogada, el enorme planeta Melancolía acercándose en el espacio al planeta Tierra, obras de arte pictóricas que se deshacen paulatinamente, las dos hermanas caminando por las cercanías del castillo, el planeta Melancolía devorando y pulverizando finalmente a la Tierra…) que de alguna manera anticipan sucesos futuros, y que los enlazan temática y estéticamente, como si fuéramos a asistir a una ópera, a una intensa sinfonía de sensaciones al límite.

Es la melancolía lo que aflige secretamente al autodestructivo y en gran medida arrollador personaje de Justine, y ese planeta llamado del mismo modo casi parece una alegoría también, como si la capacidad destructiva de Justine se volviera un ente vivo del universo capaz de acabar con la vida en este planeta. Algunas veces poco autorizadas y de ideología un tanto sospechosa afirmaron que es un personaje insoportable, una personalidad sin el menor sentido y un mal trabajo de la actriz. En opinión de otros, incluido yo mismo, Kirsten Dunst está sensacional en un papel dificilísimo, que podría, en efecto, haberla hecho caer en el ridículo, pero en el que ella se mantiene sólida y convincente en todo momento, dando vida a una mujer tan cambiante y con evidentes problemas emocionales. A su lado, Charlotte Gainsbourg no desmerece y consigue otro gran papel para Von Trier (aún haría para él el díptico ‘Nymphomaniac’). Cada una a su estilo, siempre convincentes y plausibles, dan vida a un drama apocalíptico que por mucho que quede anticipado en las imágenes del prólogo consigue sobrecoger por la fuerza de sus imágenes, por la gélida y a la vez volcánica (una mezcla habitual en los grandes artistas) cámara de este cineasta, incapaz de ofrecerse caminos fáciles y trillados a sí mismo, y sólo preocupado por ofrecer al espectador una experiencia inolvidable.

En realidad, ‘Melancolía’ es un filme de gran sencillez y depuración estilística. En cierto sentido, el más contenido y lírico de su director, y en definitiva, una obra maestra sin paliativos, en la que lo terrible y lo bello, lo aterrador y lo liberador, lo siniestro y lo luminoso, se funden en una sola cosa, y cuyo ascético final, de una emoción muy difícil de describir propone también el final de una manera de entender el cine, y la necesidad de buscar nuevas vías de expresión. El espectador sale de la sala o termina el visionado literalmente exhausto, anonadado y estupefacto por el vendaval que acaba de ver, y ya no puede ser inocente: ha de hacer algo con el material que le han dado. El director les pasa el testigo de manera despiadada, pues él ya ha hecho su trabajo.

El filme habría ganado probablemente la Palma de Oro en el festival de Cannes de 2011, si a Von Trier no le hubiera dado por ponerse a decir que Hitler no le caía del todo mal, aunque lo más probable es que ni supiera lo que estaba diciendo. Fue expulsado, lógicamente, del festival, pero es muy improbable que se trate de un tipo filonazi o algo por el estilo, y mucho más que sea un provocador nato, incapaz de contener su lengua. Ahora que ha dejado de beber una botella de ron al día (según sus propias palabras) dicen, dice él mismo, que su creatividad también se ha secado, pero sus películas posteriores lo desmienten. Dentro de 50 años se le recordará. Pero no por lo que dijo en Cannes, sino por la conmoción profunda que suponen sus más memorables películas.

Puntuación final: 9,5

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